Matrimonio

El amor es la vocación fundamental del ser humano.
El matrimonio es uno de los modos específicos de realizar íntegramente la vocación de la persona humana al amor. Y, por eso mismo, es el cauce para la realización personal de los esposos. Pero lo mismo que cualquier forma de relación con los demás no es ya, sin más expresión de amor ni, por tanto, sirve para la realización personal, eso mismo hay que decir de la relación del hombre y la mujer en el matrimonio. Tan sólo cumple ese cometido aquella forma de relacionarse que, como consecuencia de la recíproca donación personal surgida de la alianza matrimonial, y por ello, siendo propia de los esposos, recibe el nombre de amor conyugal.

Algunas definiciones de matrimonio a la luz del catolicismo.

Juan Pablo II, en la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, en el numeral # 56 a la letra dice:

"Los casados están llamados a santificar su matrimonio y a santificarse en esa unión; cometerían por eso un grave error, si edificaran su conducta espiritual a espaldas y al margen de su hogar. La vida familiar, las relaciones conyugales, el cuidado y la educación de los hijos, el esfuerzo por sacar económicamente adelante a la familia y por asegurarla y mejorarla, el trato con las otras personas que constituyen la comunidad social, todo eso son situaciones humanas y corrientes que los esposos cristianos deben sobrenaturalizar".

San Josemaría, en "Es Cristo que pasa", menciona lo siguiente del matrimonio sacramentado:

"El carácter sacramental del matrimonio se debe entender, por lo tanto referido a los matrimonios válidamente contraídos si ambos contrayentes son bautizados. El consentimiento por el que los esposos se dan y se reciben mutuamente es sellado por el mismo Dios. De su alianza "nace una institución estable por ordenación divina, también ante la sociedad".

La alianza de los esposos está integrada en la alianza de Dios con los hombres: "el auténtico amor conyugal es asumido en el amor divino".

Por tanto, el vínculo matrimonial es establecido por Dios mismo, de modo que el matrimonio celebrado y consumado entre bautizados no puede ser disuelto jamás.