Testimonio de una Familia Reconstruida
Hace veinticinco años cuando tomamos la determinación de unir nuestras vidas, con la pretensión de formar una familia reconstruida, todo parecía maravilloso y que tendría un hermoso final feliz…
…con lo que no contábamos era con el golpeteo de las circunstancias como la familia, las escuelas, los amigos, la sociedad, la iglesia, la jerarquía católica, etc.
Cuando fuimos conscientes de esta realidad, uno solo fue nuestro pensamiento: “Padre Celestial, por medio de nuestro Señor Jesucristo, permítenos formar una Familia Reconstruida”
Así inició un camino largo, arduo y sinuoso que siempre contó con la fuerza, determinación y voluntad sustentado todo en quién es “el camino, la verdad y la vida”, para ello en forma simultanea formamos el Grupo de la Misericordia un apostolado para todas las personas que han sufrido una pérdida afectivo-emocional, ya sea separados, viudos, noviazgos fallidos, abandonados, divorciados o divorciados y vueltos a casar.
Hoy nos hemos transformado en el CAI (Centro de Acompañamiento Integral para la Persona, Matrimonio y Familia) que es un espacio en donde puedes ser escuchado y orientación para alcanzar el propósito que te has fijado en la vida.
Nuestro objetivo es claro: “Nosotros sabemos del dolor y lo hemos superado, y queremos que tú también lo hagas”
Soy una mujer sumamente sensible y espiritual, sin determinismos si condicionada por las circunstancias y el entorno, se malogró un inicio prometedor, quizá por planes superiores a mi entendimiento.
Siempre consciente del maravilloso Don de la vida que me fue dado, he tratado de vivir en congruencia, así que toda mi vida he estado abierta al amor, en función de los valores y principios en que siempre he creído, lo que me ha llevado no solo a saberme fuerte y determinada, si en momentos mostrarme valiente y arrojada.
En mi vida siempre he creído que “no hay mayor privilegio que acompañar al Otro en su realización plena”, por ello soy radicalmente intransitable con la injusticia, y fue justamente cuando retomando mi vocación familiar al intentar reconstruir mi familia y ser el blanco de prejuicios y creencias erradas que dañan, destruyen, aniquilan la esperanza desde lo más profundo de ser. Que encontré a un espíritu indomable que no solo empatizaba con mi sentir, sino que mutuamente nos propusimos dejar un camino y una forma de superar el dolor que la crítica ignorante e insana provoca.
Hoy sé que estamos sentado las bases del proyecto que apuntala el propósito de mi vida, me sé amada y sé que amo total y profundamente el Don de la vida.
Soy un católico comprometido, quien equivocó la elección de mayor trascendencia en la vida propia, al escoger a la persona que habría de ser la compañera de viaje en mi existencia. Con los años y la experiencia entendí que los parámetros y los criterios no fueron los adecuados.
Sin mayores recursos emocionales, formativos e intelectuales, me vi forzado a buscar la forma de reconstruir mi persona para poder brindar a mis hijos las condiciones elementales y legítimamente necesarias para su sano y equilibrado desarrollo.
Así inicié mi formación personal al mismo tiempo que un apostolado entonces inédito en la diócesis, con consciencia de allanar el camino para familias que eventualmente pudieran experimentar igual que mi familia, el rechazo, la segregación, el señalamiento, la no aceptación y el etiquetado estigmático del fracaso y la inmoralidad. Todas estas expresiones, y señalamientos equivocados, falces e injustificados, con el atrevimiento que solo la ignorancia justifica, y en no pocas ocasiones perversos y mal intencionados.
Fue entonces que entendí a mi persona con un espíritu encarnado con dimensiones bio – psico – sociales espirituales, fue así que el movimiento, la superación, el crecimiento como persona solamente lo entiendo de forma integral.
Cuando me enteré del propósito y la Misión confiada, fue muy sencillo identificar la búsqueda, y con su invaluable aporte a lo proyectado, no solo hemos dado cumplimiento a lo imaginado, sino que ahora las metas y los alcances no tienen limite.
Me siento feliz, viviendo en plenitud y con la convicción de acuerdo a la experiencia de estar amando totalmente todo de mi vida.
Cuando inicie este curso mis pensamientos o conceptos sobre mi persona eran absolutamente agresivos y ofensivos.. Llegue siendo como una planta marchita.
Es increíble, para mí, ver cambios con sólo llevar un diario, repetir afirmaciones y consertirme de vez en cuando.
Darme esta oportunidad me hizo verme con otros ojos, soy una mujer valiosa, con virtudes y áreas de oportunidad, en los que debo trabajar diariamente para formar nuevos hábitos y poco a poco convertirme en lo que era al nacer: un ser pleno, feliz, con esperanza de que todo saldrá bien y con la confianza de que Dios me proveerá de la fortaleza y sabiduría para tomar las decisiones en mi vida.
Hoy puedo comprenderme más y juzgarme con menos rudeza, me quiero, me acepto, me siento más agradecida, pero sobre todo más viva.
Vivía culpando a mis padres, expareja y trabajo, todo y todos eran los culpables de mi dolor, ahora soy consciente que cuando algo va mal no es mi exterior, entonces debo adentrarme, analizarme y encontrar la falla y repararla desde mi propia persona.
Soy responsable de mi felicidad y de mi futuro, de las actitudes que yo tomé dependerá mi resultado.
Gracias, gracias, gracias por ayudarme en este proceso.
Les admiro Paty y Juan, que Dios siga bendiciendo sus vidas y sus proyectos.
Llegué al CAI con el corazón roto, desconsolada, buscando una manera de recuperar la ilusión y con ganas de un comienzo nuevo. Durante el acompañamiento que me brindaron Juan y Paty poco a poco sentí como un bálsamo que me ayudó a curar las heridas, me alentaron a enfrentar aquello que dolía pero que era necesario para un nuevo comienzo, creyeron siempre en mí y se comprometieron a mostrarme que sí es posible reconstruir de lo caído. En el proceso descubrí nuevas posibilidades de trazar un nuevo camino, en el que pude ser yo misma, en el que aprendí a amarme, valorarme y tener nuevos sueños, en este camino ya no estaba sola, tenía apoyo incondicional de personas extraordinarias y lo más importante supe que tenía a Dios como mi aliado.
He aprendido a reconocer mis emociones, a hacer valer mis ideas, a ser valiente y a confiar nuevamente. Hoy soy una mujer feliz, me siento plena, mis relaciones interpersonales han mejorado notablemente, me he abierto al amor, vivo y amo intensamente. Descubrí que soy un ser amado a los ojos de Dios, que mi pasado y las circunstancias no me determinan pero pueden impulsarme a ser mejor.
Buscando respuestas, me encontré a mí misma, encontré mi propósito de vida, encontré nuevos amigos que se convirtieron en familia y una comunidad donde puedo seguir creciendo espiritualmente.
Mi llegada al CAI fue una gran experiencia, ha sido muy agradable hablar con el Sr Juan y la Sra Paty, siempre que he comentado mis problemas o platicado me han apoyado a analizar y obtener más de una solución, han sido amables y me han escuchado, son excelentes maestros de vida para diversas áreas de mi vida y he aprendido mucho en este tiempo que llevo con ellos.
Su experiencia en diversas áreas que me han servido como referencia para saber qué es lo que busco y quiero en mi vida.
Muchas gracias por escucharme y acompañarme en esta nueva etapa de mi vida.
¿Cómo podría describir la experiencia que he tenido en CAI familia? Solo una palabra: renacimiento.
Llegue hace 3 meses, y estos han sido transformadores en mi vida. Cuando llegue traía una fuerte depresión derivada de una ruptura de pareja, cuadros de ansiedad y me sentía completamente ajena a mi misma, sin rumbo.
Definitivamente hoy sé que Dios te pone en el lugar y con la gente correcta, ya que gracias a la compañía, platica, consejos, coach, incluso diversión que he tenido aquí, me han hecho crecer mucho como persona, he enfrentado mis temores y he avanzado, mejorando aspectos tan importantes como el quererme y cuidarme.
Las sabias palabras y guía que me han dado el Sr. Juan y Paty son invaluables, además que hemos compartido el gusto y complicidad musical de una manera tan bella, con tanto significado que va más allá de la amistad.
Hoy puedo decir que tengo amigos verdaderos en esta comunidad donde hemos construido y nos hemos acompañado a través del caos de esta época de aprendizaje que como humanidad estamos atravesando.
Gracias Sr. Juan, gracias Paty, gracias Moisés. Con el corazón en la mano mi agradecimiento y lealtad eternos.
«Tuve la oportunidad de tomar con Paty y Juancho el taller de «Reconstruyéndose cuando una relación termina», cuando me lo recomendaron, no lo dudé, sabía que necesitaba trabajar no solo un rompimiento de pareja, sino toda una serie de eventos en mi vida que ni siquiera tenía en mente, pero que sabía, que me afectaban en mi presente.
Con ellos aprendí el gran valor que como personas debemos darnos, a trabajar los miedos y la incertidumbre luego de concluir con una relación. Y sobre todo, a prepararme con muchas de las herramientas y habilidades necesarias para una relación futura, si es que así lo deseo.
Aprendí a observar en mi día a día lo que quiero y lo que no quiero en mi vida. Aprendí sobre los diferentes tipos de relaciones y cómo nos ayuda cada una de éstas en nuestra vida.
Algo hermoso que valoré con Paty y Juancho, y con todo el grupo en general, fue la contención brindada a cada uno de los participantes durante el taller. No es nada invasivo, es un taller que presenta con mucho amor y respeto cada una de las fases que se enfrentan luego del término de una relación. Es como llevarte desde la soledad, tristeza, dudas, hasta el verdadero amor a ti mismo y el entendimiento de porqué es tan bueno prepararse para el amor y para una nueva relación. »
Hace poco más de 2 años decidí poner fin a un matrimonio de 16 años, 8 de los cuales (al menos) estaba muy lejos de parecer un verdadero matrimonio. En realidad, no daré detalles de ello, pero sí del proceso de sanación y transformación que he caminado, y el CAI ha sido fundamental.
Inicié un taller, «Reconstruyéndose cuando una relación termina», en el que me inscribí sin saber a lo que iba, pero segura de que el nombre era para mí. Convencida de que me encontraba en un momento en el que lo único que necesitaba era «recoger mis pedazos y volverme a armar».
Inicié el camino literalmente «tocando fondo», antes no entendía el término, pero en esos momentos me quedaba muy claro. No podía estar más triste, más desconsolada, más vacía, enojada, impotente, frustrada… sí, todo junto y más…
Cada sesión fue ayudándome a trabajar una parte o alguna de las múltiples fracturas en esa necesidad de «volverme a armar».Terminé el taller, no bien, pero bastante mejor de lo que estaba. El camino y el trabajo ha seguido. No podría asegurar que estoy «completamente armada», o mejor dicho, reconstruida, pero sí mucho mejor, con mejores cimientos y raíces. Y con eso podría decir que todo el proceso me ha servido para fortalecerme, sí, pero también para hacerme responsable de lo que me corresponde.
Hay momentos tan complejos que no nos permiten vernos más allá de víctimas y, es claro, que de seguir así no avanzaríamos. Se trata de recuperar autoestima, de fortalecer valores, de reconocer errores, de sanar heridas, de superar posturas erróneas, de enfrentar consecuencias… finalmente, de CRECER, AGRADECER y CONFIAR.
- Crecer, porque solo lo que algunos llaman «fracaso», puede convertirse en tu mejor maestro.
- Agradecer, con la certeza de que todo lo sucedido es necesario para mejorar por nosotros y los que nos rodean.
- Confiar, sabiendo que Dios nunca nos ha soltado y nos acompaña en cada paso que damos.
No me considero «lista» o sin problemas, pero creo que he evolucionado positivamente y lo he logrado de la mano de gente maravillosa en el CAI.
Estoy convencida de que no hay mejor lugar para transitar etapas complicadas como la que me tocó vivir… pero también estoy convencida de que, con este tipo de apoyo en etapas más tempranas de la vida, podría lograrse evitar que tanta gente pasara por lo mismo…
Infinitamente agradecida,
María Isabel Segura Esquivel
Animado por el trabajo realizado en su reconstrucción personal, entre muchos programas y espacios en los que se ha formado y como parte de este quehacer llegó al taller de “Reconstruyéndose cuando una relación termina”, J.A. Chagoy ha publicado “Las Cartas que nunca entregue”.
En determinado momento hace algún tiempo se dio la oportunidad de reflexionar en su proyecto y trayecto de vida, se percató que sus relaciones interpersonales con padres, pareja, familia, hijas. Inclusive en la relación intrapersonal había una constante, la justificación que el trabajo le daba, pues estaba totalmente dedicado a ello. Luego entonces, se convencía (falazmente), que había muchas personas en su vida con el mismo problema en común, «su interacción con él».
El trabajo inició y confrontó su realidad y acepto su responsabilidad, entendió que el amor incondicional es la única realidad eficaz para comunicar intenciones y voluntades. Reconoció lo limitado de sus recursos y puso manos a la obra.
“Haber escrito estas cartas, me ha ayudado a afinar mi misión de vida, esta que se centra en amar un Poder Superior, al que yo llamo DIOS, y al prójimo como a mí mismo…y usar mis talentos para generar abundancia sirviendo a mis hermanos”.
Hoy se han mejorado la comunicación con sus hijas y su madre, con sus padres y hermanos, pero sobre todo ha logrado mejorar su comunicación con Dios, se acepta seguidor del maestro Jesucristo, y ha adoptado al catolicismo como el medio para seguirlo. Y lo más importante se ha encontrado así mismo.
“Hace un año me dolía la soledad e inconscientemente buscaba estar acompañado, buscaba tener la cercanía de alguien y crear ilusiones desde la amistad, desde la esperanza del puede ser. Hoy, termino este año con el genuino agradecimiento de vivir la soltería… Si bien a veces extraño la caricia, la compañía, la plática, hoy me siento enfocado en vivir integro e integral, hago lo que debo hacer, aunque nadie lo celebre, y lo hago en todo lo que me propongo hacer”.
La intención de autor al publicar estas cartas, que en principio no se escribieron para ser entregadas sino para trabajar en su persona, es que el lector encuentre algún reflejo en ellas que le sirva a mejorar la gestión de sus emociones y encuentre alguna inspiración que le permita encontrar su camino hacia el amor incondicional, hacia la paz y la felicidad.
Al leer cada carta, se puede entender de forma independiente, o bien en su conjunto esbozan la historia de una relación afectiva amorosa que termina en divorcio. Lo relevante es como a partir de este trabajo se produjo un despertar bio – psico – social y espiritual, que conlleva el desarrollo a la mejor versión de sí mismo.
Muchas gracias, a J. A. Chagoy.