Como hemos comentado anteriormente las heridas emocionales de la infancia son infringidas por nuestros padres, por nuestro círculo afectivo más cercano, luego ¿Por qué no soy capaz de reconocer la agresión?
Al tratar de evadir la realidad y decir que no me han afectado estas conductas y formas de mi familia de origen, lo que en realidad está sucediendo es que estoy empleando un mecanismo defensa ante la realidad de la agresión, y soy yo mismo la razón de no poder reconocer la agresión tal, porque necesito querer y ser querido por el agresor.
Cuando trato erróneamente de llenar ese vacío afectivo -referenciado como existencial- lo que sucede en realidad es la experimentación de profundos sentimientos de vacío y soledad que producen:
Incapacidad para amar y ser amado
De manera que ya en la adultez, aunque he alcanzado éxitos sociales, laborales, económicos, y tengo una fachada impecable de “éxito vital”, en realidad soy un muerto viviente poniendo toda mi energía en llenar el abismo afectivo que llevo dentro. Pues soy incapaz de conservar relaciones afectivas amorosas sanas.
De ahí la necesidad de identificar las heridas emocionales en la infancia.