¿Alguna vez en tu vida infantil fuiste violentado?
La respuesta en prácticamente el 100% de los casos que en consulta atendemos es: “No, yo tuve una buena infancia. Una infancia normal”.
¿En algún momento de tu vida has sido violentado?
Nuevamente la inmensa mayoría de las personas refieren en consulta: “No, francamente no. No lo creo”.
Sin embargo, como regla general las personas que acceden a una sesión de acompañamiento en el CAI tienen un común denominador, y es que les ha sido infringida al menos una herida primaria en su tierna infancia como puede ser de tipo, emocional, intelectual, conductual o espiritual; o bien el partenaire les ha proyectado algún tipo de herida que como característica fundante es violenta de alguna forma. Me refiero a que ya sea por cuestiones de índole cultural, tradicional, social o por creencias y/o lealtades familiares las parejas o matrimonios sufren de muy diversos tipos y grados de violencia.
Luego entonces, ¿por qué no denuncian esta situación?, ¿por qué pareciera que la atención recae en otras cuestiones? La respuesta está en la normalización de la violencia.
Los diferentes estereotipos nos han marcado, además socialmente somos esclavizados en roles que a cada cual corresponde imitar y desarrollar, máxime que los hemos tenido que aprender e interpretar desde siempre, con ejemplos de vida en el padre, la madre, la relación de estos entre sí y los vínculos relacionales propios con cada miembro de mi familia.
Para poder entender la fuerza de la costumbre y del apego, que llamaremos “lealtades familiares”, no basta una introspección sino una verdadera introyección para analizar circunstancias, personajes, educación, formación, recursos, niveles y tipos de violencia (estridente, silenciosa, física, emocional, sexual, económica, intelectual, visible, invisible, etc.) y de igual forma la indagación tendrá que analizar el grado de abyección y sumisión de la que se ha tenido que echar mano para subsistir tanto en la familia de origen como en la nuclear.
En este tiempo de confinamiento, cuando familias se ven obligadas por las circunstancias a convivir 24/7 y ante la realidad del escaso conocimiento de quién se es, y de quién es esa persona con quien vivo. De lo endeble del propósito personal, matrimonial o familiar. Los niveles de violencia van en aumento, alcanzando proporciones epidémicas y con la clara tendencia al aumento.
De manera que hoy como nunca antes, es necesario un trabajo de crecimiento personal en relación a la gestión de emociones, no solo con la mirada de remediar la precariedad de la convivencia y así aliviar la tensión al interior de la familia, que ya de suyo sería objetivo suficientemente válido para realizar el esfuerzo; sino conscientemente considerar que de no resolver mi problemática personal, “La Raíz de mis Heridas Primarias”, estaré sentenciado, perpetuando mis heridas al infringirlas en mis hijos, y proyectándolas en mi partenaire.
En el CAI te invitamos a que trabajes en tu persona y alcances la mejor versión de tu Ser, para ser la persona que estás llamada a Ser.