¿Por qué creer que la vida vale la pena de ser vivida?
Es esto un principio fundamental, un axioma, una creencia, un dicho, o un mal chiste.
Este cambio de época que nos ha tocado vivir, infringe en las personas relativismo y confusión. La poca claridad para visualizar los conceptos, hacen cada vez más complicado el discernimiento para clarificar el propósito de la existencia propia.
Para poder dar respuesta a la interrogante de si vale o no la pena vivir la vida, hace falta una breve introspección para encontrar la respuesta pues hay en la existencia misma una aproximación a la respuesta, los “porques” salen al encuentro, y así podemos aplicar el concepto de Nietzsche: “Quién tiene un porque para, vivir, encontrará casi siempre el cómo”, la creatividad estará siempre propiciada y en aumento. Lo que nos remite a la premisa primera: “Sentido de vida ¿Dónde estás?”
Cuando miramos alrededor, percibimos que las circunstancias conocidas, con las que contábamos, esas y muchas otras han cambiado, muchas más aún no conozco como se habrán de transformar, o si prevalecerán. Así que, ¿cómo puedo ante tal panorama definir o replantear mi propósito, mi sentido de vida?
Quizá el planteamiento que se hiciera Viktor Frankl al llegar a lo que sería su primer campo de concentración en tiempos de la Alemania Nazi durante la Segunda Guerra Mundial, al establecer como punto de partida “la existencia desnuda”, nos daría elementos suficientes para pensar que aún en las peores circunstancias, la vida bien vale la pena, aunque está se limitase al relato de lo vivido.
Ahora bien, ante esta realidad de “la existencia desnuda”, en donde todo depende de uno mismo, pues supone las peores circunstancias, recursos limitados y nulas expectativas de mejoría. Luego entonces todo lo que se tiene por delante debe ser enfrentado con una actitud determinada, persistente y fincada en los alcances propios, realista si, pero objetivamente fincada en el fundamento y proyección espiritual del Ser Persona. Y una conducta acorde al alto objetivo trazado, basado en la ética moral universal. Así se hace realidad el pensamiento que avala el mismo Viktor Frankl cuando dice:
“El hombre se autorrealiza en la misma medida en que se compromete con el cumplimiento del sentido de su vida”.
Así puedo consentir que establecer un propósito en mi vida, me dará sentido y realización, siempre con una visión trascendente a partir de mi ser bio – psico – social – espiritual. Luego entonces bien “vale ser vivida”.