Para expresar la comunión entre generaciones, el divino Legislador no encontró palabra más propia que ésta: <<Honra…>> (Ex 20, 12)

<<Shemá Izrael>>

<<Honra a tu padre y a tu madre>>, para que ellos sean para ti, en cierto modo, los representantes de Dios, quienes te han dado la vida y te han introducido en la existencia humana: en una estirpe, en una nación y en una cultura. Después de Dios son ellos tus primeros bienhechores. (Gratissima sane, JP II, 2 02 1994).

La honra está relacionada esencialmente con la virtud de la justicia, de igual manera hay una profunda relación entre “honra y amor”. Pero este mandamiento, que se refiere a la familia, a su cohesión interna, ¿Es unilateral? ¿Obliga solamente a honrar a los padres?

Literal y expresamente, sí; pero de forma tácita también de la <<honra>> que los padres deben a los hijos.

Honrar es reconocer, de manera que, al honrar a los padres, se reconoce su liderazgo, y a partir de la sincera entrega de su persona como donación a la persona. Por esto mismo los padres no pueden perder de vista que es necesario que sus actitudes, intenciones y acciones como progenitores merezcan la honra (y el amor) por parte de los hijos.

Desde “el otro” punto de vista, <<Honra a tu padre y a tu madre>>, si; y solo si son sujetos de ser honrados.

Éste es un mandamiento circular, de una honra recíproca. Muy bien se puede percibir, pues lo dice indirectamente: “padres, honren a sus hijos”. Pues lo merecen porque existen, por lo que son, por su dignidad; y esto es válido desde el momento mismo de su concepción.

Este mandamiento implica y sobrentiende la exigencia de que se dé honor, afecto y reconocimiento a los abuelos y antepasados; igualmente se extiende a los alumnos respecto a los maestros, de los empleados respecto de los patrones, de los subordinados respecto a sus jefes, de los ciudadanos respecto de su patria, a los que administran o gobiernan; de igual manera que a los padres, se hará con quienes ejercen la autoridad sobre otros, una comunidad de personas. (CEC 2199, 2200)

En el Catecismo de la Iglesia Católica hay un total de 250 numerales ordinarios y 11 numerales del resumen que contemplan diversos aspectos de incidencia del cuarto mandamiento en la vida humana (La familia en el Plan de Dios, La familia cristiana, la familia y la sociedad, deberes de los miembros de la familia, la familia y el Reino de Dios, las autoridades en la sociedad civil, deberes de autoridades y ciudadanos, la comunidad política y la iglesia). En otra parte de la escritura el divino Legislador nos instruye:

<<Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor>> (Ef 6,4)

Y en esta reciprocidad a la que nos referimos, son justamente “los hijos, a su vez, quienes contribuyen al crecimiento de sus padres en la santidad” (CEC 2227)