Conocemos las posturas humanas y los discursos buenistas, más buenos que Dios y sabemos las conclusiones. Hoy ante esta pandemia, permitámonos una visión teológica, ¿Dios castiga? Aquí las cosas no pueden resolverse o concluirse desde la superficie, hay la necesidad de preguntarnos si Dios está hablando o quiere decir algo.

No puedo verlo en lo general, he de verlo en lo puramente individual, ¿Dios castiga? Quizá la pregunta sería ¿Soy yo merecedor de castigo? Y la respuesta es: si, un si desde la propia culpabilidad. Cuando me inclino a lo contrario lo que en realidad está prevaleciendo es fe en Dios, la creencia en su misericordia.

Pero en realidad yo cargo con los adulterios y las infidelidades del Pueblo de Israel, aplicados a mi alma, por los “Becerros de oro”, no es algo para los demás, es mi culpa. Hay que ir a la historia del alma propia, de mi relación con Dios, mis infidelidades ante lo que el mundo me muestra y me invita. A la disculpa en el hacer y el omitir y relativizar las obligaciones y la fidelidad.

¿Dios castiga? No deberíamos de permitir que ninguno nos engañe con palabras vacías, a modo (Ef 5,6), pues la ira de Dios puede alcanzarte por ser desobediente, la ira de Dios se alza contra la impureza, más aún, veamos cuantas veces en la Biblia dice que Dios castiga y por qué.

La pandemia no es el fin del mundo, no es el Apocalipsis, es una enfermedad lo que hemos perdido de vista es que este mundo no solo se rige por lo humano y natural, Dios también es Rey sobre la tierra y nada se mueve sin que Él lo permita. Así que si por la impureza Dios se enoja con su pueblo permite lo que juzga necesario para volvernos al camino. Luego entonces este Dios es misericordioso y providente, justo y amoroso nos conoce y a nuestros sufrimientos.

Desde otro punto de vista (2 Samuel 24) “…entonces la ira del Señor se encendió contra Israel…” Dios se enfada con su pueblo, esa es la razón fundante de que sucede en el mundo. En el Apocalipsis Dios permite tres posibilidades entre otras, “el hambre o pobreza, huir de enemigos o guerra, peste o enfermedad”, siendo Él un ser superior, puede suceder todo lo que Él permita ni más ni menos.

A lo largo de la historia, han sucedido otras pestes y estas terminan como señala la Biblia “…detén tu mano”, es decir reconocer que somos poca cosa, y necesitamos de Dios. A veces el castigo es la única forma de reconocer, después hay que pedir perdón. Pues ya sea prueba o castigo lo que se requiere es reconocer quien es el Dios y quien la creatura.

Dios es mi padre, y me ama, así que prueba o castigo es lo necesario para poder recuperar el rumbo. Así la pregunta es: ¿qué me quieres decir? Eres mi padre y sé que me amas, permíteme la sabiduría suficiente para comprender y entender que te necesitamos. Sé que es una prueba y también un castigo, por tantos becerros de oro que adoro.

La respuesta es volver a Dios, en oración sereno y humilde reconocer que soy pecador, entender que la respuesta es conversión, metanoia. Enséñame a leer los signos de los tiempos y dame abnegación y resignación, pues sé, con el corazón vuelto a Dios, que soy merecedor de la prueba o del castigo.

Juancho Chávez